Por Olivia Acosta
Tecnópolis, lo que antes de la pandemia fue una feria de ciencia y tecnología situada en la provincia de Buenos Aires, Argentina, hoy es un espacio que ha sido readaptado y convertido en un centro sanitario para acoger a personas con COVID-19, con una capacidad para más de 2.000 plazas El centro está gestionado por la Cruz Roja Argentina, que coordina los protocolos de bioseguridad y proporciona los equipos de protección (mascarillas, delantales, alcohol, etc.) al personal sanitario. Además, también es la encargada de organizar los turnos de los voluntarios y voluntarias que atienden a los pacientes, las 24 horas del día, 7 días de la semana.
Según Daniel Russo de Cruz Roja Argentina y responsable del centro: “Tecnópolis es un espacio temporal de aislamiento para personas entre 18-50 años, que hayan sido diagnosticados de COVID-19, y que no presenten síntomas graves que necesiten de hospitalización. El objetivo es que puedan pasar la enfermedad en las mejores condiciones posibles de aislamiento y evitar el contagio del virus a otras personas”
Efectivamente las personas que llegan al centro cumplen allí las medidas de aislamiento y se las controla medicamente hasta que reciben el alta. Según Russo, “Muchas de las personas que nos llegan, que suelen permanecer con nosotros entre 10 y 15 días, no pueden mantener las medidas de aislamiento por vivir hacinados en espacios pequeños, o son personas sin hogar que no tienen un lugar dónde aislarse para prevenir el contagio a otras personas”.
“Lo más destacable del proyecto -prosigue Russo- es el compromiso de las personas voluntarias. Es admirable el coraje y las ganas de ayudar con las que llegan, su gran compromiso con las personas a las que apoyan”.
Y eso es precisamente lo que trasmite Camila Vélez, 22 años, voluntaria de Cruz Roja Argentina y encargada de coordinar los turnos de los 100 voluntarios y voluntarias que ejercen su labor en el centro cada día: “el espacio se divide en tres zonas, según la exposición al virus. La zona verde está libre de riesgo, la zona amarilla es en la que el personal sanitario y el voluntariado se viste o se desviste con los equipos de seguridad cuando entra o sale de la zona roja, lugar donde se encuentran las personas infectadas por el virus a las que atendemos”.
La zona roja es sin duda el punto neurálgico del centro sanitario, donde el voluntariado ejerce su labor principal realizando, por ejemplo, las tareas de admisión a los pacientes que llegan en ambulancia, acompañados del personal sanitario. Según Camila, es allí dónde se siente realmente útil: “muchos enfermos nos buscan porque necesitan apoyo psicosocial y esto supone todo un desafío porque las personas a las que atendemos tienen miedo, acaban de ser diagnosticadas de COVID-19, y encima nosotros les recibimos vestidos con todas las medidas de seguridad, parecemos astronautas, no hay contacto, apenas nos pueden ver el rostro. Tenemos que buscar la manera en que se sientan cómodos, a través de la mirada, los gestos, las palabras…”
Otro gran desafío, según Camila, es el de la descontaminación: “es esencial respetar las medias de bioseguridad y aprender a poner y quitarse los mamelucos (trajes de protección personal) correctamente, lo que lógicamente al principio, causa cierto estrés. Además, los voluntarios y voluntarias cuando permanecen en la zona roja no pueden consumir alimentos ni ir al baño para evitar riesgos de contagio, por lo que los turnos no pueden ser muy largos. Una de mis labores principales es hablar con ellos, para saber lo que sienten, ese es mi rol, conocer de primera mano cómo están para Identificar cualquier malestar, e intentar solucionarlo”
Camila está orgullosa de lo que hace, se nota en la manera en que lo cuenta. Según ella, los enfermos de COVID le escriben bonitas cartas de agradecimiento a las que tiene que tomar fotos, porque no se puede sacar nada de la zona roja para evitar riesgos de contagio: “El equipo humano es increíble, es lo que permite cumplir con toda esta labor, en este contexto tan difícil… es maravillo cuidarnos entre todos y hacer algo tan importante por los demás. Cruz Roja me ha cambiado la vida y me ha ayudado a sentirme útil ofreciendo herramientas a los que más lo necesitan para ayudar a preservar su dignidad”.
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