Por Melissa Monzón
A 3695 metros sobre el nivel del mar se encuentra el campamento de Tata Santiago, ubicado en el distrito de Pisiga, Bolivia, en la frontera con Chile. Este campamento fue acondicionado para recibir a las personas que estaban retornando a Bolivia, quienes debían cumplir con el aislamiento obligatorio como medida preventiva, antes de seguir su camino hacia sus respectivos destinos dentro del país.
El campamento contaba con una capacidad de más de 400 personas, y se diseñó para que quienes se encuentren ahí puedan tener acceso a diversos servicios. Son aproximadamente tres mil personas las que pasaron por el campamento, en diferentes turnos desde su apertura hace ya casi tres meses hasta su cierre, el miércoles 01 de julio.
Todas las personas que pasaron por el Tata Santiago se encontraban en camino a sus hogares en distintas localidades del país; algunas viajaban solas, algunas con sus familias. Muchos tenían trabajos temporales en el país vecino de Chile, pero en el contexto del COVID-19 los perdieron, y al no contar con una fuente de ingreso, decidieron retornar a Bolivia.
Poder estar en comunicación con sus familias se convirtió en algo muy importante en las dos semanas que debían quedarse en el campamento. Por ello, la Cruz Roja Boliviana otorgó el servicio de restablecimiento de contactos familiares, el cual permitió que las personas puedan estar en contacto con quienes aman durante su estadía.
La coordinación interinstitucional se convierte en un factor clave en casos como este, y eso lo sabe muy bien la Cruz Roja Boliviana. Por ello, coordinaron con el Viceministerio de Defensa Civil, acciones para la administración del campamento, y con la Organización Internacional de Migraciones (OIM) la gestión y cobertura de necesidades básicas humanitarias. Por otro lado, en coordinación con Defensa Civil se pudo incrementar la capacidad del campamento para que los albergados tengan un nivel de vida digno y seguro. Además, se coordinó con el sistema de salud para atender los casos necesarios.
Asimismo, se coordinaba con cada nuevo grupo de personas que llegaba al campamento, para el apoyo en las labores de limpieza y de entrega de comida, así como las reglas de convivencia, como el tiempo de uso de cada sala del campamento, y principalmente, se les realizaba constantes controles médicos durante su estadía. Para los más pequeños se estableció una sala didáctica, donde pintaban, jugaban o veían alguna película. De esta manera, todos y todas colaboraron para que haya una buena convivencia.
La Cruz Roja Boliviana también ha venido apoyando la administración de otros dos campamentos en la frontera con Brasil y Argentina. Asimismo, en la respuesta frente al COVID-19, viene realizando atenciones en salud y apoyo psicosocial, labores de desinfección, entrega de kits de alimentos y de higiene, e información para la prevención y el cuidado en español y en lenguas originarias.
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