Amizmiz, a 50 km al suroeste de Marrakech, es una de las ciudades más afectadas por el terremoto del 8 de septiembre en Marruecos.
Al entrar en la ciudad el 18 de septiembre, vimos a los equipos de búsqueda y rescate recogiendo sus equipos tras diez agotadores días sacando sobrevivientes y víctimas de entre los escombros.
Lo que llama la atención al entrar en la pequeña ciudad es la vibrante calle principal, con sólo unas pocas casas visiblemente destruidas. Una inquietante apariencia de normalidad.
Pero al pasar por las pequeñas calles laterales en el corazón de la ciudad, es el caos. Cientos de casas se han derrumbado unas sobre otras. Todo lo que queda son escombros y polvo.
Los edificios públicos no se salvaron. El hospital local, aunque sigue en pie, presenta graves grietas y ha sido declarado inseguro para operar.
Sin otro lugar adonde ir, se han instalado varias tiendas médicas improvisadas en medio de la calle para atender a las personas heridas que siguen llegando.
Foto: IFRC/Benoit Carpentier
Justo cuando entramos en una de estas tiendas, situada al borde de la rotonda principal con su flujo continuo de coches y camiones que traen suministros de primera necesidad, nació el bebé Anas.
Con el sol pegando fuerte, la temperatura en la tienda supera los 35 grados centígrados. Dentro sólo hay una mesa de partos y un escritorio.
Anas está acurrucado en los brazos de su madre, Nezha, felizmente ajeno al caos que le rodea. Es el tercer hijo de Nezha -su segundo varón- y lleva el nombre de una de las enfermeras que la ayudaron cuando llegó a la clínica.
Foto: IFRC/Benoit Carpentier
La sonrisa de Nezha, y las sonrisas en los rostros de las enfermeras locales que la atendieron, son un rayo de sol en los difíciles momentos que atraviesan Nezha y su familia.
Al final del día, la filial local de la Media Luna Roja Marroquí había conseguido encontrar una estructura provisional, con electricidad y aire acondicionado, donde reubicaron la improvisada sala de maternidad.
Foto: IFRC/Benoit Carpentier
Mientras continúa nuestra respuesta al terremoto, son momentos preciosos como éste -una madre acunando a su hijo recién nacido sano- los que hacen que nuestro voluntariado y nuestro personal sigan adelante en medio de la angustia y la devastación.
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