En las colinas de la frontera, Lupita lleva agua, primeros auxilios y una gran dosis de humanidad.
Es probable que, en Nogales, Sonora, todo el mundo conozca a Rosa Guadalupe Gonzalez, Bucio, la protagonista de esta historia.Personal de salud, autoridades locales, representantes consulares, organizaciones sociales, comerciantes, todos saben quién es esa mujer lista, resuelta, vestida de rojo, que conduce un racer buggy.“Lupita”, como la llaman de cariño, es técnica en emergencias médicas, punto focal de ayuda humanitaria de la Cruz Roja Mexicana para población migrante vulnerable en Nogales y la responsable de recorrer el desierto que separa México de Estados Unidos en búsqueda de personas perdidas, deshidratadas o que hayan resultado heridas tras intentar escalar el muro que divide a los dos países.Todos los días, Lupita está ahí fuera, en su pequeño buggy de la Cruz Roja, buscando a personas perdidas, deshidratadas o heridas tras intentar escalar el muro que divide los dos países.México es el último paso de la travesía que gente de todo el mundo emprende cada año para llegar a Estados Unidos. Sólo en 2023, se registraron más 2,4 millones de intentos irregulares de cruce de la frontera entre ambos países, que Naciones Unidas calificó como la ruta migratoria terrestre más mortal del mundo.También en 2023, 686 inmigrantes perdieron la vida en ese punto y casi la mitad lo hicieron intentando cruzar desiertos como el de Sonora, ese que recorre Lupita.Historias trágicas en un viaje que no perdona“Todos los días del año salimos en el racer a buscar migrantes que requieran auxilio. Aunque hay zonas aún más áridas, aquí en Nogales durante el verano las temperaturas son extremas y son comunes los golpes de calor, las deshidrataciones y las picaduras de animales…pero en invierno el desierto también es una amenaza mortal”, nos explica.Fue justamente una noche de helada hace 15 años, cuando Lupita vivió una historia que los marcó para siempre. Una mujer que caminaba con su hija pequeña por el desierto se cayó y quedó inmovilizada. El grupo que la acompañaba pidió ayuda al 911 y siguió su camino. Cuando los grupos de rescate estadounidenses y mexicanos dieron con ella, era demasiado tarde.La niña sobrevivió protegida por el abrazo de su mamá, pero como no había albergues para atender este tipo de casos, permaneció en custodia de la Cruz Roja hasta que las autoridades dieron con su familia.Hoy, en Nogales, hay decenas de centros que cada año acogen a miles migrantes y solicitantes de asilo provenientes de países de América, Europa y Asia, y del mismo México.“Llevamos unos 20 años prestando ayuda humanitaria a las personas vulnerables en tránsito y sus historias y sus necesidades me siguen conmoviendo como el primer día”, cuenta Lupita.“No importa de donde vengan, la mayoría huyen de una vida difícil y se enfrentan a un camino incierto, peligroso y sin acceso a servicios esenciales. Por eso, aunque parezca poco, salimos en el racer a buscarlos; por eso, aunque parezca poco, les dejamos agua en los altares que construyen en el desierto.”Y por eso, aunque a veces las necesidades de la población migrante vulnerable parezcan inabarcables, la Cruz Roja Mexicana le ofrece atención médica básica, cuidados prehospitalarios, apoyo psicosocial y servicios para retomar el contacto con sus familiares.Lo hace en todo el territorio, de frontera a frontera, gracias a su red de puntos de servicios humanitarios y a miles de voluntarias y voluntarios que, con su compromiso, mantienen viva la humanidad.En este Día Mundial de la Cruz Roja y de la Media Luna Roja te damos las gracias, Lupita, y a la Cruz Roja Mexicana por mantener viva a la humanidad.